En Tokio, posiblemente la ciudad más futurista y tecnológica del planeta, es habitual encontrarse robots como Pepper dando la bienvenida a los hoteles e ingenios como Reborg X, primo del R2-D2 de «La guerra de las galaxias», vigilando edificios como el de la Corporación Bancaria Sumitomo Mitsui. Tras un mostrador de información, una androide llamada Chihira Junco, de apariencia extrañamente real, atiende en japonés, inglés y chino a los clientes del centro comercial Aqua City en la bahía de Odaiba. Moviendo la cabeza y los brazos, y hasta parpadeando, responde a las preguntas que los visitantes le hacen pulsando un panel virtual. Y en las tiendas de Akihabara, el barrio de la electrónica y el «manga» de Tokio, se venden todo tipo de robots, desde unos que son simples juguetes electrónicos para niños hasta otros más sofisticados como Robi, que valen 200.000 yenes (1.535 euros) porque pueden hablar y jugar al fútbol. Explotando la fama tecnológica que tiene Japón, el Restaurante de Robots de Shinjuku es una de las atracciones turísticas más visitadas de Tokio. Pero su espectáculo, realmente deslumbrante, se basa más en los efectos especiales y en sus fantásticos trajes y artilugios mecánicos, como carrozas y monstruos, que en robots reales. En cambio, el Museo de la Ciencia e Innovación (Miraikan) sí ofrece demostraciones de Asimo, el robot con forma de astronauta diseñado por Honda capaz de correr, bailar, cantar y chutar una pelota. Además, otros dos humanoides con forma de mujer, una vestida y otra con su cuerpo mecánico al desnudo, muestran lo avanzados que están los movimientos robóticos, cada vez más naturales y precisos. «Dentro de 50 años, no se podrá distinguir a los robots de las personas», vaticina para ABC Oriza Hirata, experto en tecnología y primer dramaturgo que introdujo humanoides en sus obras de teatro. Aunque Hirata destaca que «los robots serán como mascotas para las familias y tendrán muchas aplicaciones prácticas y positivas, por ejemplo con niños y mayores», también alerta de que «harán falta nuevos códigos morales porque pueden ser usados como esclavos o en la industria sexual». De un modo muy distinto lo ve Hiroshi Kobayashi, el «padre» del «traje muscular» mecánico que protege la columna vertebral y aumenta la potencia humana para reducir esfuerzos levantando peso. «No veo una sociedad de ciencia-ficción con humanoides que lo hagan todo por nosotros porque no ha habido avances significativos de la inteligencia artificial en los últimos treinta años, salvo en la velocidad», analiza este profesor de Ingeniería de la Universidad de Tokio. Centrado en los aspectos técnicos, cree que «es más factible el uso de robots con fines industriales y funciones automáticas concretas, por ejemplo en coches autónomos». A su juicio, «los robots nunca serán como un ser humano. Como mucho, iguales. Pero no más».
Via: Humanoides en tiendas, bancos, hoteles, restaurantes…
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