El Banco Portugués de Inversiones (BPI), sustentado en un 84,5% por Caixabank, tuvo unas pérdidas de 102 millones de euros en el primer semestre de este año, de acuerdo con los datos presentados en Lisboa por el hombre fuerte de la entidad catalana al otro lado de la frontera, el madrileño Pablo Forero. La mayor parte de este impacto económico corresponde a los 1.013 activos inmobiliarios para vender y a la actividad generada por su participación en el Banco de Fomento de Angola, del que tenía pendiente el cobro de dividendos correspondientes a 2014 y 2015, antes de transferir un 2% para Unitel, empresa controlada por la multimillonaria Isabel dos Santos, hija del presidente de ese país africano, José Eduardo dos Santos. Esta circunstancia implica que la cantidad líquida adscrita a esas imparidades del sector de la vivienda se cifró en 79 millones de euros, con 113 inmuebles nuevos afectados por la imposibilidad de pago de las hipotecas contratadas. Por tanto, la flamante gestión de Forero ha de incidir en estos problemas, toda vez que el global de sus créditos para la adquisición de pisos asciende ya a 11.069 millones de euros, según el recuento actualizado en estos seis primeros meses de 2017. El ejecutivo español, con bastón de mando en el BPI, dio cuenta de que su concesión de hipotecas se incrementó un 19% respecto al mismo periodo del año anterior, es decir, una suma total de 494 millones de euros. Su línea de actuación debe hacer hincapié en este ámbito, si quiere estabilizar los resultados ahora que Caixabank controla de forma absoluta la firma lusa. Tanto es así que se vendieron 280 inmuebles en este semestre, lo que reportó unos 40 millones de euros. Solo la reducción de estas imparidades pueden garantizar el equilibrio en el balance, por lo que ya se han puesto en marcha los mecanismos adecuados para lograrlo. Hasta el punto de que Caixabank ha impuesto una estricta política interna en estos términos, consciente de que el contexto lo requiere. En efecto, la banca portuguesa en general ha mostrado una desmesurada exposición a estos negocios, que se han revelado dudosos en los últimos años ya que la morosidad no ha hecho más que aumentar desde que estalló la crisis lusa en 2011, año en el que el entonces primer ministro socialista José Sócrates se vio obligado a solicitar un rescate de 78.000 millones de euros a la ‘troika’ formada por la Comisión Europea, el BCE y el Fondo Monetario Internacional. El crédito malparado ha tirado a la baja del sector financiero y, en la actualidad, es BPI (o, mejor dicho, Caixabank) la entidad que mejor demuestra sobrellevar los riesgos acarreados y, especialmente, la que de una manera más eficaz exhibe su capacidad de músculo correctivo. Lo que parece fuera de toda duda es que a Pablo Forero no le queda más remedio que apretar el cinturón de la estructura del Banco Portugués de Inversiones, esto es, una reducción de costes a corto y medio plazo. Ya se ha puesto en pie un plan que supone el recorte de 617 empleados, un 11% del total en territorio luso, aunque Forero no se prolongará más el despido de trabajadores. Esto quiere decir que, de acuerdo con sus palabras, han decidido concentrarse no en los costes de personal, sino en los costes de funcionamiento. El sustituto de Fernando Ulrich en el cargo directivo más importante del BPI es el hombre de confianza elegido desde Barcelona para enderezar la empresa y alejarla definitivamente de la volatilidad angolana que la venía lastrando. Por algo Caixabank logró vencer todos los obstáculos para afianzarse en el mercado portugués y mirar al futuro con máxima ambición. Su solvencia constituye una garantía para situarse en la cumbre financiera del país vecino y aguardar las expectativas que se abren. BPI continúa siendo el quinto mayor banco luso, pero sus competidores en la clasificación viven situaciones muy irregulares y el consejero delegado de Caixabank, Gonzalo Gortázar, lo dejó muy claro durante su desembarco: “El reto es transformar BPI en el líder de Portugal”. En consecuencia, puertas de par en par al crecimiento sostenido mientras los demás observan la jugada en momentos difíciles. En cuanto a Pablo Forero, que habla portugués, asumió sus responsabilidades el pasado 26 de abril, después de una Junta de accionistas que lo encumbró. La operación catalana en el BPI se cerró previo pago de 544,5 millones de euros para apropiarse de un 39% del paquete adicional. Unas cifras que llevan a la banca española a superar en su conjunto el 30% del mercado portugués y a mover un global de 65.000 millones. Esta circunstancia levantó el recelo del capital autóctono, aunque el debate parece haberse suavizarse a lo largo de los últimos meses, en vista de que las acciones ideadas desde Madrid o Barcelona se traducen en una eficacia probada.
Via: El Banco Portugués de Inversiones cae en el primer semestre de 2017

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