María Luisa de Parma parecía predestinada al escándalo por cuna. Nieta del libertino rey francés Luis XV, madre de Fernando VII y abuela de Isabel II, recibió una educación moral en exceso permisiva fruto del cruce explosivo de las cortes de Parma (Italia) y Versalles (Francia). Bastó que pusiera un pie en Madrid para que su suegro, el rey gobernante, Carlos III, desconfiara de ella al comprobar que no se cortaba en sus coqueteos con jóvenes nobles como el conde de Lancaster o el de Teba, entre otros muchos. Las veladas literarias que los entonces príncipes de Asturias organizaban en sus aposentos, más que por amor al arte, parecían convocarse para deleite, sin recato, de pasiones inconfesables de María Luisa. Hay quien dice que su esposo no se enteraba; otros, en cambio, aseguran que se limitaba a consentir, dado su carácter indolente y su falta de impulso en todo… Años más tarde, el poeta romántico José de Espronceda la tildaría de «impura prostituta», mientras que el canónigo de Zaragoza y tutor del heredero, el futuro rey Fernando VII, la definió así: «María Luisa reunía una constitución ardiente y voluptuosa. A sus brillantes calidades exteriores juntaba un corazón naturalmente vicioso, incapaz de un verdadero cariño, un egoísmo extremado, una astucia refinada, una hipocresía y un disimulo increíbles, dominado por sus pasiones». Su desenfreno sexual tuvo consecuencias. Llegó a sufrir casi tantos abortos como hijos tuvo. El elevado número de embarazos le pasó factura y padeció terribles problemas bucales que le hicieron perder los dientes. En una ocasión, durante su exilio en Francia invitados por Napoleón, después de que Josefina halagara su dentadura se la quitó y la puso sobre la mesa, orgullosa de que fuera postiza, lo que escandalizó a la esposa del emperador francés. El amante Godoy Poco antes de acceder al trono, tras más de veinte años siendo princesa, María Luisa conoció a un apuesto joven guardia de Corps de su escolta, un rubio extremeño de 21 años que cambiaría su vida. A él se le atribuye la paternidad de los últimos cuatro hijos de los reyes, porque fue en la cama donde se fraguaron sus fulgurantes éxitos profesionales. De mero capricho de la reina pasó a ser su consejero privado, después Caballero de la Orden de Santiago, Gran Cruz de Carlos III, duque con Grandeza de España, primer ministro y hasta recibió nada menos que el Toisón de Oro. Para él se creó el título de príncipe de la Paz. Acabó haciéndose con el control de la corte. Formaban un trío que parecía indivisible. María Luisa se convirtió en reina coincidiendo prácticamente con la Revolución Francesa (1789), por lo que sorprendía su poca cabeza y que no le importara el daño que su promiscuo comportamiento estaba causando a la monarquía en España. El embajador francés no se quedaba corto en sus consideraciones sobre la reina, de quien hablaba del «desorden de su vida desde hace treinta años. A los cincuenta años tiene unas pretensiones de coquetería que apenas serían perdonables en una mujer joven y bonita». Trazaba un perfil de pérfida y dominadora. «Ella es quien reina. Sacrificando siempre los intereses de la Monarquía a sus gustos y antojos más escandalosos, envilece y hace odioso el reinado de Carlos IV». A ella le daba igual. Se encaprichó con otro guardia de Corps, el criollo Manuel Mallo, con el que afirmaba acostarse a diario. En la corte se extendió la idea de que ambos disfrutaban con ciertas prácticas sadomasoquistas al encerrarse durante horas en las que se escuchaban gritos de éxtasis mezclados con ruidos de golpes y bofetadas. ¿Todos bastardos? A punto de terminar el año 1818, enferma de pulmonía, vio cercana su muerte, que aconteció el 2 de enero del nuevo año, en Roma. Su fiel Godoy permaneció a su lado hasta el momento final. Tenía 67 años y se sentía sola, «vieja y estropeada, mis nervios me atormentan». Pero en su lecho de muerte había ocurrido algo trascendente. María Luisa le soltó a su confesor una bomba que, de ser verdad, podría haber arrasado la monarquía borbónica venidera: «Ninguno de mis hijos lo es de Carlos IV, por lo que la dinastía Borbón se ha extinguido en España». Al parecer necesitó desahogarse para alcanzar el perdón del Señor y, así, su alma descansara en paz. El documento escrito de la confesión existe. Que sea verdad o no…, eso nunca lo sabremos. Datos de interés María Luisa de Borbón-Parma y Borbón (Parma, Italia, 9-XII-1751 / Roma, 2-I-1819). Esposa de Carlos IV; Princesa de Asturias, 1765-1788; Reina consorte, 1788-1808.
Via: María Luisa de Parma: la reina que pudo acabar con los borbones

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