Juan Gabriel Campos (39 años) lleva más de una década trabajando como sepulturero en el cementerio de Montjuïc, el más grande de Cataluña y uno de los mayores de España. Antes trabajó como camionero, pero tuvo la oportunidad de unirse al sector funerario y no la desaprovechó. «Me viene un poco de familia, tengo dos tíos que habían sido también enterradores y otro que era marmolista en este mismo cementerio, igual me lo tengo en la sangre, de pequeño ya correteaba por aquí», relata a ABC este devoto de un oficio que, reconoce, genera algo de rechazo en parte de la sociedad. «Hay que saber algo de paletería, pero sobre todo, debes tener fortaleza mental. No todo el mundo se adapta igual. Tengo compañeros que llevan muchos años aquí, y otros que llegan, ven que no pueden y lo dejan a los dos o tres días», señala. «Somos el servicio esencial en el que todos prefieren no pensar, pero aquí seguiremos», dice Campos Para él, trabajar con fallecidos nunca ha sido un tabú, de hecho, reivindica su labor y la de todos los trabajadores del sector funerario que se están deslomando desde el inicio de la pandemia de coronavirus para evitar el colapso de la última pieza del sistema de emergencias. «Antes del confinamiento cada sepulturero hacía 15 servicios al día, ahora hacemos casi 40, estos supone un gran esfuerzo físico, pero también psicológico», subraya. La labor del sepulturero consiste en acondicionar los nichos para dejar espacio para los siguientes fallecidos, es decir, abrir la tumba, quitar el ataúd y los restos humanos que hubiera antes, depositarlos en otro espacio (ya sea dentro del mismo nicho o en un espacio común del cementerio), limpiar y, ya en el momento del entierro del siguiente finado, colocar el ataúd, cerrar el nicho e instalar los elementos decorativos. En Montjuïc hay dos turnos de enterradores que realizan inhumaciones y preparativos cada día, de lunes a domingo de siete de la mañana a siete de la tarde. No han parado desde que eclosionó la expansión del virus el pasado mes de marzo. «Nunca se había visto nada igual», reconoce Campos. Afortunadamente, desde hace unos días pueden asistir tres personas al momento del entierro, pero durante semanas los funerales se han realizado en una desgarradora soledad. Este empleado del Cementerio de Montjuïc (inaugurado en 1883) resalta el apoyo recibido por parte de su empresa tanto a nivel psicológico como de medidas de protección, que nunca han escaseado. Según cuenta, tampoco han registrado ningún contagio entre los trabajadores del camposanto, lo que ha permitido asumir sin contratiempos la ingente carga de trabajo que está suponiendo la pandemia. Invisibles y olvidados Barcelona no es un caso aislado. En general, el sector funerario español ha mostrado una notable capacidad de respuesta ante la crisis causada por el Covid-19. Con todo, costará olvidar imágenes como la de la inmensa morgue instalada en el Palacio de Hielo de Madrid, que durante semanas ha acogido cientos fallecidos por coronavirus y se ha convertido en símbolo del ingente trabajo realizado por un sector que se reivindica como el eslabón invisible del sistema de respuesta a la pandemia. Sus trabajadores y representantes patronales lamentan un cierto olvido. «Somos el servicio esencial en el que todos prefieren no pensar, pero seguiremos aquí para lo haga falta», afirma Campos. Los aplausos que suenan en todos los balcones cada día a las ocho también son para él.
Via: Palabra de sepulturero en tiempos de coronavirus
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