Sobre el papel era un debate a siete, esto es, el presidente de la Xunta que opta a la reelección frente a seis aspirantes a desbancarlo. Pura teoría. En realidad, el de anoche en la TVG fue un examen a Alberto Núñez Feijóo y los dos candidatos que tienen opciones reales —con las encuestas en la mano— para liderar una alternativa de gobierno. Continuidad o reforma. Y en esta segunda variable, quién de entre Gonzalo Caballero y Ana Pontón presentaba mejor sus credenciales para liderar la oposición, con el socialista aparentemente estancado y la nacionalista en clara tendencia alcista. El guión se cumplió: Feijóo resistió en su papel de presidente y exhibió aval de gestión, Caballero buscó a toda costa el cuerpo a cuerpo con el líder del PP, y Pontón jugó su papel de outsider evitando criticar al PSOE. Guante blanco en una izquierda que, de manera premeditada, evitó cruzarse reproches, más allá de alguna desvaída crítica de la nacionalista al Gobierno de España, que no a sus compañeros de atril. El hipotético tripartito no quiere arrastrar roces innecesarios. Salvo la anécdota del candidato de Vox pidiendo centralizar la gestión sanitaria en el Estado —demostrada ineficiente en esta crisis—, el guión en el bloque sobre el coronavirus podría haber sido escrito días antes. Caballero, negando la anticipación de la Xunta y elogiando al Gobierno de España; Gómez-Reino encontrando resquicio para aupar a «la ministra gallega» Yolanda Díaz como obradora del pago de los ERTE o Pontón asegurando que tan mal lo hizo el Estado como la Comunidad. «Sorprende que se quiera reescribir la historia de la pandemia», ironizó el presidente, «¿que no nos anticipamos? Si quince días antes del estado de alarma no hubiéramos comprado respiradores, el sistema habría colapsado». La izquierda se lanzó contra Feijóo con la munición de las residencias: que si privatizadas, que si los mayores convertidos en mercancía. El presidente, que empezó ligeramente tenso, colocó sus mensajes: «Galicia no dio ninguna vida por perdida» y «si hubieran gestionado la pandemia, no hablarían con tanta ligereza ni demagogia». Traje de gestor frente a aspirantes imberbes. «Usted defiende el individualismo y el modelo neoliberal», apostilló Caballero, rápido en disparar eslóganes de argumentario. No le faltó uno: PP con la ultraderecha, PP y recortes, PSOE y progresismo… En economía, cartas marcadas. Seis interlocutores dibujando una realidad apocalíptica, de destrucción de empleo, de industrias, de privatizaciones, de hecatombe macroeconómica, de retrocesos en agricultura… Frente a «los datos que inventa algún candidato», Feijóo recordó qué Galicia recibió en 2009, «destruyendo 50.000 empleos al año», mientras que en el último se redujo el paro «en un 18%». «Ofrezco la confianza de lo que fuimos capaces de hacer», insistió, «vengo a proponer gestión, certezas», porque «el único que puede decir que el programa se puede aplicar desde el primer día soy yo». «¿Sus programas son compatibles entre sí?», lanzó a su izquierda. Le recogió el guante Gómez-Reino. «Humildemente, tengo la máxima confianza en que habrá un programa alternativo». Pontón y Caballero callaron. La nacionalista endureció su crítica. «Este país no merece un presidente que sea un oportunista y venda humo». Se coló entre el debate de los grandes partidos Beatriz Pino, más para reprochar «que nadie hable de la clase media trabajadora» que de poner medidas claras. Dardos a Vox («Ustedes solo aportan crispación») y BNG (enseñando la papeleta nacionalista de las europeas junto a Bildu y Esquerra). Pontón no se inmutó y jugó su baza de atacar a PSOE y PP para erigirse como partido libre, y repitió sus recetas: intervención pública y tarifa eléctrica gallega, esa que no tiene ninguna otra Comunidad. Con Alcoa encima de la mesa, Gómez-Reino recordó «la foto de Colón». Entre tanto, Pancho Casal sacaba su folio para leer propuestas sin mirar a cámara. Servicios sociales Feijóo quiso llevar la iniciativa en este apartado y presumió de su balance: plazas duplicadas en guardería y gratuidad para el segundo hijo, el mayor gasto sanitario y la plantilla más amplia del Sergas de la historia, caída de la tasa de pobreza, los mejores datos en el informe PISA o las tasas universitarias más bajas de España. «Usted no entiende nada de economía», se erigió el profesor Caballero, «usted mezcla partidas nominales de 2009 con los fondos de 2020, pero le da todo igual». «¿Ha gestionado alguna vez dinero público?», inquirió Feijóo. «Usted es un mal gestor», censuró el socialista, y se refirió al cierre frustrado del paritorio de Verín o al «cheque de la indignidad» a los sanitarios para gastar en turismo en Galicia, igualmente retirado tras las críticas del sector. «Feijóo vive en una Arcadia feliz en la que miente con los datos para mantenerse en el poder», sentenció. Ricardo Morado desempolvó las esencias de Vox, atribuyendo la diferencia en las pensiones en España al «café para los [territorios] nacionalistas y miseria para todos los demás», proponiendo «PIN parental para frenar el adoctrinamiento en las aulas» y «educar en castellano o en gallego, a elección de las familias». Nadie se molestó en contestar. Pino, de nuevo, en modo profesora que regaña a los alumnos que no siguen sus indicaciones. «Si llegamos al gobierno, los peajes serán cosa del pasado», afirmó mientras rompía los tickets de la AP-9, pero no explicó cómo revertir esa concesión ni ninguna otra. Gómez-Reino le refrescó la memoria: Cs ha votado en el Congreso siempre en contra de la transferencia de la vía a la Comunidad. «Lo importante es lo que se paga, no quién está al frente de la titularidad de la autopista», rebatió Beatriz Pino como pudo. La baza del aspirante populista era colgarse en su pecho las medallas de las medidas del Gobierno de España como el Ingreso Mínimo Vital, la subida del SMI o el pago de los ERTE. «Feijóo fue un precursor de los pactos con la extrema derecha», fue un poco más allá Pontón, «cuando le dio a los colegios del Opus Dei fondos para que segregaran por sexo». «Eso lo hizo el bipartito y nosotros los…
Via: El debate no despeja la alternativa al PP e impide a Caballero ganar pulso

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