Dentro del apasionante mundo de los misterios históricos, aquellos que están ligados a las tragedias navales cuentan con un aura especial. Quizá sea porque, al menos en nuestra mente, la oscuridad que se genera en las profundidades del mar es capaz de esconder muchos más enigmas que la radiante luz de un día claro. Pero vaya usted a saber por qué. En todo caso, este 10 de septiembre celebramos (si es que puede calificarse así) el centenario de un triste evento que, nada menos que un siglo después, alberga todavía un enigma sin resolver: el hundimiento del vapor «Valbanera», de la naviera «Pinillos, Izquierdo y Compañía». Una tragedia que se llevó la vida de medio millar de personas… y cuyos cuerpos jamás fueron hallados. Ya lo decía el diario ABC el 23 de septiembre de 1919, poco más de una semana después de que se conociera su hundimiento por culpa de un temporal que arreció, de improviso, a orillas de La Habana: «Los cadáveres de los náufragos deben estar dentro del “Valbanera” o han debido ser comidos por los tiburones, pues los buzos no han encontrado ni uno solo». La catástrofe guarda similitudes con la del mítico «Titanic» de la «White Star Line». De hecho, es más tétrica si cabe. Y es que, los botes salvavidas del navío no pudieron ser lanzados al agua. Ninguno de los 488 pasajeros que viajaban en el bajel se salvó. Orgullo de la Pinillos Triste final tuvo tan querido navío. El buque (dedicado al transporte de emigrantes y carga entre España y las Américas) no era el bajel más lujoso, pero sí era efectivo. El diario ABC dio buena cuenta de su ficha técnica en un artículo publicado tras el desastre, el 20 de septiembre de 1919: «Había sido construido el “Valbanera” en los astilleros de Glasgow el año 1906; su capacidad era de 5.099 toneladas de registro bruto, y sus dimensiones, de 3.997 pies ingleses de eslora, 48 de manga y 21,7 de puntal». «Grande» y de «excelentes condiciones» (podía portar unos 1.200 pasajeros), fue bautizado con un nombre religioso. «Se titulaba así por devoción a la Virgen de ese título, que se venera en Cataluña», explicaba este periódico. El precio de un pasaje en el «Valbanera» variaba atendiendo a los lujos que se desearan. Podía oscilar (según explica Diego Téllez Alarcia en «La naviera Pinillos y el desastre del Valbanera») entre las 1.250 pesetas que pagaban los viajeros de primera clase y las 75 pesetas que apoquinaban los viajeros más modestos. «Los emigrantes viajaban hacinados en los entrepuentes de las bodegas, en hileras interminables de literas metálicas de varios pisos y sin ninguna ventilación», desvela el divulgador en su obra. Merecía la pena, al menos según la prensa. Diarios como el tinerfeño «La prensa» afirmó de él que era «moderno y rápido» y los anuncios de la época lo definían como «el magnífico vapor transatlántico español». Más allá de las características técnicas, este vapor fue destinado, tras su llegada a España, al transporte de emigrantes y mercancías entre España y Las Antillas. Lo habitual era que partiera desde Barcelona para, a continuación, hacer escala en Málaga, Cádiz, Canarias o Puerto Rico. Aunque sus destinos principales eran dos: Santiago de Cuba y La Habana. Sus viajes iniciales no pudieron ser más exitosos. La llegada de la Primera Guerra Mundial, por si fuera poco, terminó de darle un empujón a la «Pinillos, Izquierdo y Compañía», pues le granjeó la posibilidad de comerciar -como nación neutral- con nuestros vecinos ubicados al otro lado del Atlántico. Sin embargo, algunos de sus viajes también fueron trágicos. En julio de 1919, por ejemplo, el «Valbanera» se convirtió en noticia por una irregularidad que se cobró una treintena de damnificados. Así lo recogió el ABC el 19 de ese mismo mes: «El “Valbanera” embarcó en La Habana unos 2.000 pasajeros, de ellos 1.606 canarios, cuando solo tenía capacidad y camarotes para 800, como máximo». Parece ser que las 325 pesetas que se cobraron por barba sirvieron como acicate para el «overbooking». Las catorce jornadas de travesía fueron un calvario. La gran mayoría fueron alojados en la cubierta. «A causa de las lluvias todos los que viajaron allí sufrieron enfermedades. A la llegada del buque […] había 40 enfermos de gripe, que han tenido que ser ingresados», añadía este periódico. Último viaje Pero vayamos a su último viaje; aquel por el que pasaría tristemente a la historia. El 10 de agosto de 1919 partió nuestro «Valbanera» del puerto de Barcelona para hacer sus escalas habituales en la Península y Canarias. Su viaje hacia La Haba comenzó el 21 de ese mismo mes. «Zarpó desde el puerto de Santa Cruz de La Palma con 1.230 personas a bordo: 1.142 pasajeros y 88 tripulantes», añade el experto. Casi un mes después hizo su entrada, a toda máquina, en Santiago de Cuba, donde la suerte quiso que 742 personas se bajaran. La diosa Fortuna les salvó, lo mismo que hizo con una familia que, como explicó el ABC en 1919, no salió de nuestra patria por una mera casualidad: «A un matrimonio con siete hijos que vino a embarcar en el “Valbanera” le robaron 10.000 pesetas, por esta causa se quedaron en Cádiz». En cualquier caso, y sin conocer su trágico destino, el capitán Ramón Martín Cordero levó anclas el 5 de septiembre de 1919 en dirección a La Habana con 488 pasajeros dentro y las bodegas cargadas. Así lo explicó un reportero de ABC en la amplia cobertura que se hizo del desastre: «La dotación se compone de 89 hombres, en su mayoría gaditanos. El buque llevaba pasaje como de ordinario. También embarcaron viajeros en Canarias. El “Valbanera”, como todos los correos de América, iba abarrotado de carga general». Tampoco sabía el marino, de 34 años y versado sin duda en el noble arte de navegar, que, apenas dos jornadas antes, se había formado -en palabras de Téllez- una profunda depresión tropical que se disponía a interceptar al buque en su viaje.…
Via: El misterio tras la debacle del 'Titanic' español: ¿qué pasó con sus 500 cadáveres?

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