Rodrigo Rato, el hombre orgulloso que fue casi todo en el Partido Popular; la cara con la que se identificó «el milagro económico español» de finales de los noventa; el político que soñó con suceder a Aznar y llegar a presidir España, recibió ayer el primer alivio en el infierno que vive desde que la primavera de 2012 fuera destituido de la presidencia de Bankia por los suyos, por un gobierno del PP. El exvicepresidente económico, que desde diciembre de 2018 cumple condena en la cárcel de Soto del Real por el caso de las tarjetas black, recibió el primer varapalo en su vida política en agosto de 2003 cuando José María Aznar eligió a Mariano Rajoy y no a él para sucederle. Fue entonces cuando se centró en su siguiente objetivo: convertirse en el primer español en dirigir el FMI. Cuenta Aznar que movió muchos hilos para conseguir apoyos internacionales a esta candidatura: Bush, Chirac, Blair, Shroeders,… incluso el Gobierno de Zapatero le dio su apoyo, pero solo un año después de trasladarse a Washington anunció por sorpresa que dejaba el cargo y volvía a España. Alegó motivos personales: estaba separado y tenía aquí a sus tres hijos; también su pareja, y actual esposa, estaba en España… excusas que no convencieron a los que se habían dejado la piel por auparle a uno de los puestos de mayor relevancia interncional. Pero la carrera pública de Rato no acabó ahí. Fue el hombre elegido por Esperanza Aguirre en 2010 para presidir Caja Madrid. Pese al fiasco del FMI, Rato seguía teniendo un gran prestigio en el mundo económico y fue considerado el hombre idóneo para presidir una de las principales cajas de ahorros de España en un momento de fuerte crisis económica y financiera. Bajo su mandato se llevó a cabo la absorción de varias cajas de ahorros más pequeñas, todas ellas de comunidades gobernadas por el PP. Recuerdo que en diciembre de ese año 2010, en la Asociación de Periodistas de Información Económica concedimos el Premio Secante, el que se otorga a aquellas personalidades que no se prodigan con los medios, a Rodrigo Rato, y el Tintero, el de los que lo hacen bien con la prensa, a Emilio Botín. Rato, a diferencia de otros que reciben este premio, acudió en persona a recibir el tirón de orejas. Eso sí, se llevó el elogio de Botín: «Ha sido el mejor ministro de la democracia», le dijo, no sabemos si intentando hacer méritos ante lo que parecía una evidencia, el fin del zapaterismo y la vuelta a los Gobiernos del PP. En marzo de 2011 nació Bankia y solo unos meses después se producía la salida a Bolsa de la entidad, operación por la que ayer fue absuelto. Era verano de 2011, los brotes verdes de la economía española, de los que hablaba la entonces vicepresidenta económica, Elena Salgado, habían sido prácticamente un espejismo y estábamos de nuevo en recesión. Los intentos de resolver los problemas de las cajas de ahorros por parte del Banco de España y del Gobierno de Zapatero, y de despejar las dudas sobre el sistema financiero español en su conjunto, no acababan de dar resultado y el éxito de la salida a Bolsa de Bankia se había convertido no solo en un tema de supervivencia para el flamante banco, sino en una cuestión de Estado. Y el Gobierno, el Banco de España, la CNMV,… utilizaron el prestigio para atraer a grandes y pequeños inversores. Y las visitas, y las llamadas, a los medios para pedir apoyo a la operación no vinieron solo de directivos de Bankia. Como dice el fallo de ayer, todos los supervisores avalaron la salida a Bolsa de la entidad. «España se la juega», nos dijeron a los periodistas. Solo unos meses después, en mayo de 2012, Rato era forzado a dejar Bankia por Luis de Guindos, un hombre que había trabajado en su equipo económico, algo que nunca perdonó, como no perdonó que fuera el FROB, bajo las órdenes del propio De Guindos, quien sacara a la luz los chanchullos de las tarjetas black, que el no creó pero que mantuvo y usó; como le dolió en el alma que uno de los momentos más duros de su vida: aquel abril de 2015 en el que el antaño todopoderoso vicepresidente era detenido e introducido en un furgón policial ante las cámaras de televisión, acusado de fraude fiscal, tuviera detrás a la Agencia Tributaria. Una imagen y una operación de la que Rato siempre culpó al que fuera su compañero de gabinete, Cristóbal Montoro. El fallo de la Audiencia Nacional allana el horizonte judicial de un hombre que tocó el cielo con sus dedos y que descendió a los infiernos. Aún tiene asuntos pendientes con la Justicia relacionados con su patrimonio, pero ayer Rato respiró con alivio.
Via: Del cielo al infierno de un hombre que soñó con presidir España
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