Si somos sinceros, París no es exactamente una ciudad acogedora. Después de la reforma del siglo XIX, de la construcción de los grandes bulevares y de la consolidación de sus ejes mediante monumentos, la capital se hizo más grande que el hombre. Después del toque de queda, la medida decretada por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, para detener la segunda ola de contagios de Covid-19, esas dimensiones han parecido agrandarse. El lunes por la noche, durante un paseo nocturno por París, donde solo está permitido salir a la calle a partir de 21.00 horas si se tiene un permiso profesional o una razón de necesidad justificada, la ciudad ofrecía un aspecto helado y sobrecogedor. En la Avenida de los Campos Elíseos, las grandes tiendas estaban cerradas. Lo mismo ocurría en la rue de Rivoli, donde el escaparate de algunos comercios ofrecía un aspecto de abandono. Sin gente por la calle, monumentos como el Panteón, Notre Dame o la Pirámide del Louvre resultaban imponentes. Salvo los operarios y las vueltas puntuales de algunas patrullas de la Policía, lo cierto es que los parisinos parecen haber respetado las restricciones.
Via: París, una ciudad helada tras el toque de queda

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