Realmente José Enrique Abuín Gey no se derrumbó a la manera en la que se derrumban los asesinos confesos, reconociendo su delito y arrepintiéndose. El Chicle, como le conocen en Taragoña (Rianxo), fue interrogado a contrarreloj, durante casi diez horas, por avezados agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, investigadores expertos en delincuentes correosos que contaban con un máximo de 72 horas para dar con el cuerpo del delito. Lloró, protestó, dramatizó, pero sobre todo, mintió.Seguir leyendo.
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