La vuelta a escena del Trump más agresivo y vulgar ha desencadenado otra tormenta política. Es la constatación de que el «outsider» que desembarcó en el Washington más políticamente correcto nunca va a adaptarse a la presidencia, sino que la presidencia tendrá que adaptarse a él. La expresión de Michael Wolff, el exitoso autor del terremoto editorial de la temporada, «Furia y Fuego: En la Casa Blanca de Trump», adquirió todo su sentido al conocerse que el ocupante del Despacho Oval había despreciado como «países de mierda» a aquellas naciones pobres que llaman a la puerta de Estados Unidos para la acogida de víctimas de catástrofes naturales. Un acalorado comentario en una reunión con congresistas para debatir la política de inmigración. Y un «déjà vu» de la escena con la que el controvertido magnate irrumpió en 2015 en la precampaña presidencial comparando a los mexicanos con «violadores y drogadictos». Ni un año de estancia entre paredes presidenciales ha amansado a la fiera, de nuevo rechazada con unanimidad. Republicanos y demócratas coincidieron en las duras críticas con los gobiernos de los países aludidos, Haití, El Salvador y algunas naciones africanas, que exigieron a Trump aclaraciones por su «racismo». Desmentido con la boca pequeña El desmentido con la boca pequeña del presidente y el comunicado oficial de la Casa Blanca, que no aludía a la cita, apenas calmaron los ánimos. Tampoco, que Trump firmara este viernes la declaración oficial del Día de Martin Luther King, festividad que celebra este lunes un país atónito por el trepidante tránsito de un presidente negro a otro enemigo de las minorías. Durante el simbólico acto, la insistente pregunta sin respuesta de varios periodistas tronó con estrépito: «Presidente, ¿es usted racista?». Aunque asumió haber sido «duro en el lenguaje», el aludido negó que pronunciara la expresión desvelada por The Washington Post, que citaba distintas fuentes presentes en la reunión. Ante una veintena de legisladores, en medio de un largo discurso que apelaba a un acuerdo en el Congreso, Trump se habría preguntado: «¿Por qué necesitamos a tantos haitianos?». Después, siempre en cerrada defensa de un endurecimiento en la política de inmigración, concluía: «Échenlos». Para culminar su aserto con una severa pregunta: «¿Por qué querríamos nosotros a toda esa gente de países que son pozos de mierda?». El senador demócrata Dick Durbin, testigo del encuentro, se apresuró a confirmar la exactitud de sus palabras. Para probarlo, relató que el senador republicano Lindsey Graham le había afeado al presidente su expresión. La supuesta alusión de Trump venía a justificar su reciente decisión de cancelar progresivamente todos los acuerdos temporales de acogida de inmigrantes, los llamados TPS. Primero, el de Haití, que deja a la intemperie a 45.000 acogidos tras sus terremotos. Hace unos días, el de El Salvador, que obliga a 200.000 personas a abandonar el país, también en año y medio. Además de un debate periodístico en los medios sobre la idoneidad de repetir al público expresiones tan soeces, incluso aunque procedan del hombre más poderoso de la nación, las afirmaciones de Trump han abierto un nuevo frente de choques diplomáticos. El Gobierno de El Salvador, a través de su cancillería, exigía «aclaraciones» al Departamento de Estado, mientras las portadas de algunos periódicos protestaban por el «insulto». El Ejecutivo de Haití tildaba el comentario de «racista» y defendía su país con «orgullo». Entre los países africanos englobados en el grupo de emisores de inmigrantes, el Gobierno de Botsuana requirió al embajador estadounidense para preguntarle que aclarara si «está incluido entre los países de mierda». Dimite un embajador En Estados Unidos, como en una catarata de reacciones monotemáticas, el mismo «establishment» que sucumbió a su empuje electoral volvió a lanzar todas sus críticas contra el presidente más polémico en décadas. Para el líder de la mayoría republicana, Paul Ryan, los comentarios son «desafortunados y poco útiles». Es sintomático que la dirección del partido asumiera que Trump pronunció esas palabras, pese a que sus senadores dijeran no recordar si las pronunció o no. La afirmación de Ryan tenía lugar minutos después de que el embajador de Estados Unidos en Panamá, John Feeley, anunciara su renuncia a «seguir sirviendo en una Administración como ésta, por una cuestión de principios».
Via: Trump, repudiado por llamar «países de mierda» a Haití o Sudán del Sur

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