La serie televisiva «La peste», de Movistar, ha puesto de moda una temática que siempre ha generado pánico en una ciudad que vivió su mayor epidemia en 1649, provocando la muerte de al menos 60.000 personas, el 45% de su población. Aunque desde esa fecha la peste no nos ha visitado, el miedo a un nuevo brote generó durante siglos gran nerviosismo en la población sevillana, lo que provocaba que se activaran todas las alarmas al más mínimo síntoma. Juan Ignacio Carmona García, catedrático de Historia Moderna de la Universidad Hispalense y uno de los mayores expertos sobre lo que dio en llamar «mal megro» o «pestilencia », ha recopilado minuciosamente en su libro «La peste en Sevilla» todas las epidemias pestíferas registradas desde el año 1350, cómo afectaron a la ciudad y cómo se actuó en cada ocasión. Aunque algunas fuentes apuntan a que la primera gran epidemia de peste se produjo en Sevilla en el año 1302 y acabó con la cuarta parte de la población, Carmona García indica que en realidad no se trataba de la enfermedad bubónica. A lo largo de la historia se ha llamado peste a muchas enfermedades que tenían síntomas parecidos pero que realmente no lo eran, como el tifus. Este catedrático destaca que hasta finales del siglo XIX y principios del XX la ciencia médica desconocía la verdadera causa que provocaba la peste, ignorándose que la producía un bacilo, la Pasteurella Pestis, después bautizado como Yersina, que se encontraba presente en ratas y humanos. Juan Ignacio Carmona García, catedrático de Historia – ABC Las pulgas eran en realidad el medio de transmisión del bacilo. ¿Pero cuál fue el proceso de contagio? Las ratas portaban el bacilo, sus pulgas se infectaban y cuando morían los roedores esos insectos pasaban a los humanos y los contagiaban. Después, las pulgas de los humanos se infectaban también y ellas fueron las encargadas de transmitir la peste entre la población. La peste no seleccionó a sus víctimas, ricos o pobres. «Hubo más víctimas entre los pobres por el simple hecho -dice- Carmona García- de que representaban el 95% de la población y era frecuente que proliferaban ratas y pulgas donde había grandes aglomeraciones». Aunque hubo oleadas de peste desde el año 1300, en realidad la ciudad ha vivido tres grandes brotes de peste, la de 1350, la de 1599 y la de 1649. Después de la última epidemia no volvió a hacer acto de presencia en la ciudad, sin que hasta el momento se pueda explicar a ciencia cierta el porqué, indica el autor del libro. «Mal pestilente» de 1350 El bajo medievo se inicia en Europa con una gran plaga de peste que llegó a Sevilla en 1349, pero se dejó sentir poco, según el autor de «Anales epidémicos Anales epidémicos: reseña histórica de las enfermedades contagiosas en Sevilla desde la reconquista cristiana hasta nuestros días (1866)», de José Velázquez y Sánchez. Ello pudo deberse, según Juan Ignacio Carmona, a que las condiciones ambientales pudieron ser desfavorables para el desarrollo de los gérmenes mortíferos. Hay que tener en cuenta que el bacilo de la peste se desarrollaba fácilmente con temperaturas entre los 25 y los 34 grados, quedando inactivo a las tres o cuatro horas de su exposición a la luz solar cuando había un bajo grado de humedad atmosférica. Algunas crónicas de la época, tanto musulmanas como cristianas, hacen referencia a la peste de 1340. De hecho, en 1348, Ibn Khatib menciona que la urbe era víctima de la peste desde ese invierno. Pedro I, sucesor de Alfonso XI, a punto estuvo de morir de lo que pudo ser la peste en su estancia en Sevilla, ya que la enfermedad había atacado ese año Córdoba y Huelva, indica el catedrático de Historia Moderna Juan Ignacio Carmona García.Un documento del cabildo eclesiástico de 1351 menciona que la ciudad quedó despoblada tras el embate mortífero de la peste. Grabado que muestra un sangrador actuando sobre un bubón de un enfermo apestado – ABC «La segunda mortandad», en 1362 En 1362 llegó un nuevo ataque pestífero, según se refleja en el libro «La peste en Sevilla», «sembrando el pánico por donde quiera que pasaba y causando otra vez un elevadísimo número de víctimas». Recoge el grave contagio de 1363 el médico Juan de Aviñón en su obra «Sevillana Medicina», diciendo de esta epidemia que «fue gran mortandad de landres en las ingles y en los sobacos». Y el crónica hispalense Ortiz de Zúñiga se refiere también en «Anales de Sevilla» a la dolencia de Pedro I de la que habían muerto muchas personas en España y los efectos de la presencia del mal bubónico en el Sur: «Terrible para Andalucía el año 1363 porque la molestó peste, que las escrituras llaman la segunda mortandad, contando por primera la del año 1350». El mal bubónico siguió una secuencia característica: en la primavera se detectan los primeros casos de apestados, se extienden durante los meses estivales por el calor y la humedad, el morbo se extiende por las collaciones en verano para ir remitiendo a medida que caían las primeras lluvias de otoño, cayendo totalmente en noviembre. Los anales refieren que las plazas y calles «aparecían llenos de cadáveres, al igual que el interior de las viviendas, hasta que los franciscanos organizaron enterramientos colectivos». Según Ortiz de Zúñiga, el horror que produjo esta epidemia en nada desmereció al causado por la peste de 1348 en Florencia, repitiéndose las mismas escenas que Bocaccio describió en su Decameron: pánico, huida de las autoridades civiles y eclesiástica, desgobierno, desorganización, el caos de apodera de la ciudad, se rompen los lazos familiares, se abandonan las costumbre religiosas… La desesperación hizo que los vecinos encendieran hogueras para purificar el aire con hierbas aromáticas o se fumigara con azufre para combatir la contaminación. Las embestidas de 1374 y 1383 Según el catedrático de Historia Moderna Carmona García, a partir de mediados del siglo XIV y durante una larga época la peste se convirtió en una enfermedad…
Via: ¿Cuántos brotes de peste ha sufrido Sevilla desde el año 1350?
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