El pasado jueves, a las 13.15, José Francisco Cobo leyó en una sala abarrotada una sentencia con la que solo estaba de acuerdo él. Sucedió en una Audiencia llena de abogados y fiscales que salieron barruntando recursos. Ante un público que bufó nada más levantarse de la silla. Escuchando la reacción de 200 personas que gritaban en contra. En una ciudad, Pamplona, en la que se colgaron muñecos con sus caras. En un país en el que las calles se llenaron a las pocas horas para protestar airadamente. Durante los 21 minutos que tardó en leer la sentencia, con los silbidos colándose en la sala, las acusaciones mirándole estupefactas, las defensas compungidas y el público tuiteando furioso, José Francisco Cobo supo lo que era estar solo de verdad.Seguir leyendo.
Via: Una sentencia en soledad

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