Ser boss cansa. Tiene sus ventajas, de acuerdo. Ríos de dinero, palacios o un ejército de fieles armados hasta los dientes. Básicamente, poder. Los ingresos de droga y prostitución dan incluso para quitarse algún capricho: una pantera, un picasso, un Ferrari… Pero, ¿merece la pena? Porque, claro, el trabajo de capo mafioso también es duro. Todo el mundo te quiere muerto. No hay manera de darse un paseo sereno fuera de casa. Y la agenda siempre anda hasta arriba de compromisos: cobrar el pizzo —el impuesto criminal—, castigar a un traidor, reemplazar a un correo eliminado por la banda rival, repartir sobres entre la policía. Decenas de decisiones complejas, y nadie con quien compartirlas. La guardia, siempre alta. Así no hay quien descanse. De ahí que don Vincenzo, o re do pesce (El rey del pescado), no pueda más. Se muere por unas vacaciones. Entonces, ¿por qué no hacerlo literalmente?Seguir leyendo.
Via: La Camorra canta y baila

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