Concreta y sólida, italiana o simeonesca si se quiere, Francia se plantó en la final del Mundial. La tercera de su historia, 20 años después de alcanzarla y ganarla en el campeonato que organizó en 1998, antes de perder la de 2006 ante Italia. Tumbó a Bélgica en un partido sobrio y con una de las armas que suelen acompañar a estos equipos tan pétreos: el balón parado. Del cabezazo de Umtiti en el arranque del segundo tiempo ya no se pudo reponer la atractiva Bélgica de Roberto Martínez. Se encontró con una selección que gestiona los espacios y el marcador como ninguna de las que ha participado en este campeonato.Seguir leyendo.
Via: Francia impone su ley ante Bélgica (1-0)
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