El independentismo anticipa un otoño caliente, -«negros nubarrones», según la terminología del fugado Carles Puigdemont-, en una sucesión de citas que tiene en la conmemoración del primer aniversario del referéndum ilegal del 1 de octubre uno de sus platos fuertes, tres semanas después de la Diada del 11 de septiembre y como previa al juicio a los líderes del «procés», aún sin fecha. Será una nueva ocasión para que el secesionismo pueda exhibir musculatura, aunque en ningún caso unidad a tenor de cómo se están preparando los actos reivindicativos. Si el referéndum ilegal de 2017 marcó el punto álgido del movimiento soberanista, un año después la división y la desorientación estratégica se generalizan y trasladan a todos los ámbitos: desde la acción parlamentaria -pese a los intentos de coser heridas entre Junts per Cataluña y ERC en las últimas semanas-, pasando por las estrategias de defensa de los políticos presos e incluso ahora también con las movilizaciones. La fractura entre un independentismo posibilista, partidario de cierta distensión, y otro partidario del choque directo es un hecho. Entre los primeros están ERC y Òmnium -aunque se impongan la sordina para no ser tachados de tibios-; los segundos siguen a Puigdemont y a un Torra bajo su tutela. Esta división se ha hecho más visible desde que el pasado lunes la Assemblea Nacional Catalana (ANC) -cada día más un instrumento en manos del expresidente- sugirió la idea de realizar para el 1 de octubre un «paro de país» -una suerte de huelga general sin cobertura legal apoyada desde la administración- para recordar el primer año tras el referéndum. Reacción tibia La reacción a la propuesta de la ANC en el secesionismo ha sido más bien tibia, en parte por miedo a un fracaso de la convocatoria. Òmnium -la entidad que de la mano de la Assemblea ha liderado desde 2012 la movilización civil del independentismo- se descuelga de la propuesta. Fuentes de la entidad consultadas por ABC resaltan su «recorrido histórico», así como la gran variedad de sensibilidades y objetivos que encarna como motivos suficientes para no sumarse a las iniciativas de carácter más político y reactivo que organiza la ANC, bien sean las llamadas «primarias republicanas» -para forzar la unidad del independentismo en las municipales de 2019, sobre todo en Barcelona- o el «paro de país». Ambas propuestas no han cuajado en la dirección de Òmnium, que prefiere centrarse en sus programas de carácter cultural y lingüístico sin olvidar sus reivindicaciones de carácter «nacional». Sin embargo, desde la entidad de Jordi Cuixart no niegan que las relaciones con la Assemblea son fluidas y constantes para preparar las protestas de la Diada y el 1-O. No obstante, advierten de que en ambas fechas será la ANC quien lleve el peso político y logístico de la organización. La propuesta de huelga para el día 1 tampoco ha sido bien acogida en el seno de ERC, a la vez que ha evidenciado las distintas sensibilidades en el seno del Govern. Así, mientras la portavoz y consejera de Presidencia, Elsa Artadi (JpC), se limitaba el martes a darse por enterada de la noticia -«no tenemos más detalles. Veremos qué quiere decir exactamente, qué quiere decir Paro de País»-, el consejero de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias de la Generalitat, Chakir el Homrani (ERC), la rechazaba de plano. Los paros no son «mecanismos de conmemoración de situaciones», apuntó, negando a su vez la capacidad de la ANC para convocar una huelga, algo reservado legalmente a los sindicatos. «Los paros y las huelgas son mecanismos, no de conmemoración de situaciones, sino que lo que abordan es la consecución de objetivos concretos sociales de cualquier tipo», explicó en una entrevista a Ep. «Hay que clarificar la propuesta que ha hecho la ANC porque aún no está clara», añadió. Atonía «indepe» La prevención ante la propuesta de huelga de la ANC se explica también por el miedo a un pinchazo de una convocatoria que no contaría con el apoyo de los sindicatos tradicionales, y en un contexto de atonía «indepe» solo corregida por la polémica de los lazos amarillos. Las inscripciones para la Diada, por ejemplo, están muy por debajo de año anteriores, y la propia dinámica de los dos paros de país convocados hasta ahora hace que la propuesta haya sido acogida con prevención. Si con la huelga del 3 de octubre de 2017 se logró una gran movilización -a rebufo del impacto del 1 de octubre y la actuación policial-, en la siguiente, el 8 de noviembre de 2018, el seguimiento fue mucho menor, aunque no así su impacto, y enojo entre los ciudadanos, debido a los cortes de carreteras y vías férreas. En este contexto, fuentes independentistas casi dan por descontado que no habrá paro general el 1 de octubre, ni siquiera el «paro de algunas horas» que también sugirió la ANC. Aunque el independentismo sigue apostando por el verbo inflamado, también es consciente de sus limitaciones y del impacto que tendría una huelga fallida.
Via: El independentismo se fractura ante la propuesta de «paro de país» el 1-O

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