En un tiempo se paraba Eduardo Arroyo —fallecido hoy a los 81 años— al lado de su estudio, donde Madrid es más viejo, y cantaba en italiano el himno de los semióticos, amigos de las nubes. Vestido siempre como para salir al ruedo, elegante de noche y de día, con su pajarita, su risa de monaguillo ruin, era un hombre que bajaba del cielo a la tierra dando un mamporro sobre la mesa, para declarar su desacuerdo con casi todo. Estaba entre José Bergamín y Luis Buñuel, dispuesto siempre a romper los moldes, a buscar en la realidad el alimento de sus sueños. Era un amigo de las nubes, pero no habitaba en ellas.Seguir leyendo.
Via: Amigo de las nubes
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Pedro Sánchez corrige: pedirá 140.000 millones a la UE y no sólo los 70.000 de inversiones
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