La forajida Clara Ponsatí, exconsejera de Enseñanza de la Generalitat, dijo que los que acudieron a declarar ante la Justicia por la rebelión independentista del año pasado «se entregaron». También ella y el resto de los huidos «se entregaron» fugándose, es decir, reconociendo que no existía la república que acababan de declarar, que Cataluña continuaba siendo territorio perfectamente español, y que por lo tanto, si trataban de esquivar las responsabilidades penales de sus actos, se convertían en unos prófugos y no tenían otra que esconderse, en España o en el extranjero. Diversas modalidades de atender a un mismo razonamiento español. Pese a la propaganda y a la épica de pacotilla, para seguir dando conventillo a los suyos, los rebeldes independentistas fueron los primeros que no reconocieron su propia declaración de independencia y que continuaron operando como ciudadanos españoles. Cuando Torra pide la absolución de los que van a ser juzgados también se comporta como un súbdito español, sin ninguna intuición personal de la libertad y la dignidad que tanto le exige a España, lo mismo que cuando habla de «presos políticos» y no abre las puertas de las cárceles, él que tiene las llaves. Son las trampas, las mentiras del «procés». Hola, Quim, ¿qué tal? Independentista y carcelero de Lledoners. Pero lo más escandaloso es que, plenamente instalados en su marco mental y vital puramente español, los independentistas quieren todavía tener razón. Es el delirio permanente, parafraseando a Mao. No es que quieran la independencia gratis, es que pretenden que el Estado les haga el trabajo sucio que ellos no tienen ni la hombría ni la determinación de llevar a cabo. La calificación de la Fiscalía forma parte de la normalidad de cualquier Estado democrático ante un golpe como el del año pasado, con el independentismo quiso hacerlo saltar por los aires. Es cinismo y propaganda decir que se les castiga por sus ideas políticas o por «poner las urnas» cuando se levantaron contra el orden constitucional establecido para sustituirlo por el suyo, con el grado la intimidación y de violencia no militarmente armadas, pero de otro modo organizadas, igualmente intimidatorias y violentas, con que es posible llevar q cabo -o como mínimo iniciarla- una rebelión en 2018. Fiscalía ha hecho su trabajo, la Abogacía del Estado hará el suyo, y los jueces dictarán su sentencia. Esto es un Estado, que se defiende cuando es atacado. Esto es un Estado y no la broma que los independentistas creen que es, porque al ser ellos unos bromistas, creen que todo el mundo participa de la misma inconsistencia y de la misma frivolidad. Ayer, a las puertas de la cárcel, ante no más de 15.000 personas -con lo que los independentistas fueron movilizando-, se celebró un acto/concierto por el primer aniversario del ingreso penitenciario de los líderes independentistas. La máxima afectación de ver cantar juntos a Lluís Llach y al exdiputado de la CUP, David Fernández, conocido como el «chófer de ETA» por ser el guía de Arnaldo Otegi en sus visitas a Cataluña, superó con creces cualquier azúcar de las tías del pueblo cuando bajan a la ciudad y pasan a hacerte la visita. Éste es el balance del año que llevamos: regreso al autonomismo de ERC y PDECat, lágrimas de plástico por los presos, y hasta ha vuelto a cantar Lluís Llach. Como todos los populismos, el independentismo es un retroceso, y con él Cataluña ha vuelto al «llibertat, amnistia i Estatut d’autonomia» de hace 50 años. Medio siglo de atraso. Que a Junqueras le pidan sólo la mitad es la ternura de España.
Via: La ternura de España
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