El 9 de noviembre de 1989, cincuenta años después de que comenzara la Segunda Guerra Mundial, puede pasar a los anales de por ser más fuerte que el hormigón de Berlín haciendo añicos la la Historia como una fecha clave: el muro de Berlín, construido en la noche del 12 al 13 de agosto de 1961, caía dinamitado por la explosión del fracaso del sistema comunista en la Europa Oriental. La marea de los refugiados alemanes en las Embajadas de la RFA en POlonia, Hungría, Checoslovaquia… ha terminado por ser más fuerte que el hormigón de Berlín haciendo añicos la «obra de albañilería» más criticada en la historia reciente de las relaciones de los bloques en los que hoy se reparte el mundo. 52.000 personas que, a toque de silbato, fue Desde aquel dramático 13 de agosto una da que dispara una alarma o electrifica al fupalabra, «Die Mauer» (el muro), tiene connotaciones especiales en alemán. «Die Mauer» no significa simplemente un muro es «EL muro», el muro que simbólica y físicamente ha dividido a las «dos Alemanias» desde su construcción. En 1958, punto álgido del enfriamiento de las relaciones entre los dos bloques tras la Segunda Guerra Mundial, el entonces secretiao general del Partido Comunista de la URSS, Nikita Jruschov, lanzó un últimatum para convertir el sector occidental de Berlín, controlado a la sazón por las tres potencias aliadas (Estados Unidos, Gran Bretaaña y Francia), en área desmilitarizada y desligada de Occidente. La maniobra estaba clara, y los berlineses la «vieron venir», dado que la ciudad está en el centro de la RDA, la «orientalización» o «rusificación» de la ciudad, en pleno, podía considerarse un hecho. La dirección que tomaban los acontecimientos provocó el pánico en la población del Berlín Este y eso se tradujo en el masivo incremento del paso de fugitivos del Este al Oeste. Solo en 1959 atravesaron entonces la inexistente frontera entre los dos sectores 143.000 ciudadanos de la Alemania Oriental. Al año siguiente, en 1960, la cifra de fugitivos ascendía a 199.000. a principios de 1961 la media mensual de «deserciones» mensuales era de 30.000 y en la primera quincena de agosto el ritmo se incrementó a un promedio de 1.500 a 2.000 deserciones diarias. La hemorragia de ciudadanos era incontenible, y eso hizo reaccionar a las autoridades de la RDa. Por eso, en la noche del 12 al 13 de agosto, furtivamente, a escondidas, la Administación de guerra de Alemania oriental reclutó por la fuerza a ciudadanos albañiles, obreros, policías y soldados, hasta un total 52.000 personas que, a toque de silbato, fueron situados en la línea de demarcación, y alimentados por camiones con ladrillos, escombros, cemento, y alambres de púas abundantes aún en los almacenes militares de la guerra, comenzaron a erigir el «monumento a la separación de los pueblos». Nunca antes, con excepción hecha de la gran muralla de China, un grupo tan nutrido de obreros cumplía con su cometido con la misma celeridad. Nueve horas después de haber comenzado los trabajos y cuando aún Berlín no había tenido tiempo para cerrar la boca ni recuperar de la sorpresa, se levantaban ya doce kilómetros de muro. Aquellos doce primeros kilómetros son hoy, en el momento de derribarlo, 44,8 que separan en el centro de la ciudad los dos sectores de Berlín. Pero, considerando que el sector occidental de Berlín está completamente aislado de la RDA, no es esta la única cifra que da medida de la «salvaje» construcción. La línea de demarcación, por ejemplo, se extiende a lo largo de 165,7 kilómetros. Las paredes de oplancha de hormigón abarcan 1.110,8 kilómetros, y el enrejado metálico que las protege llega a otros 54,7 kilómetros. Las rejas metálicas están apoyadas por 4,8 kilómetros más de alambre de espino. La tecnología y el avance científico han tenido también su reflejo en esta obra. Hay, siempre, en la parte oriental 123,5 kilómetros de «rejas de contacto», una cerca electrificada que dispara una alarma o electrifica al fugitivo tan solo con ser tocada. En toda la extensión del muro se apostan 289 torres de observación constantemente ocupadas por un «vopo» (policía popular y existen también torres de disparo automático, operadas por células electrónicas, que pocas veces fallan el tiro. Por si fuera poco hay desperdigados 131 «búnkers» y 272 áreas con perros policía que vigilan la zona. La estructura del muro es una auténtica obra de ingeniería bélica, diseñada para cumplir a la perfección el fin al que estaba destinado, la caza del hombre. Al contemplarlo, desde el aire, a poca altura y baja velocidad, queda perfectamente clara esta idea. Inmediatamente a su derecha, con unos 20 metros de profundidad, está la llamada «franja de control», un suelo completamente libre de obstáculos, roturado, liso como la palma de la mano, pero escondiendo en su interior un nutrido campo de minas, imposible de comprobar en caso de huida desesperada. Este suelo roturado está limitado en todo su perímetro por una baja cerca de madera sobre la que, a intervalos regulares, se dispersan cada 10 metros postes de iluminacion, que no dejan un centímetro cuadrado libre de luz. Tras esta cerca, más a la derecha, se extiende el «camino de patrullaje». Se trata de un terreno baldío y también roturado por el que no es infrecuente var a parejas de «vopos» hacer la »rondacubieros con sus cascos de combate y el dedo presto en el gatillo para disparar contra cualquier eventual fugitivo. A la derecha de este camino de patrullaje están las fatídicas «cercas de contacto». Su construcción e s especialmente adecuada. Se trata de una serie de postes metálicos distribuidos a intervalos regulares, unos 1′ metros, que cumplen una doble función. Por un lado sujetan una verja electrificada que en el mejor de los casos dispara una alarma al ser tocada, y en el peor electrocuta al fugitivo. Por otro, esos postes sustentan unos fuertes alambres a los que se han enganchado las argollas que rematan unas largas cadenas con las que se sujetan a los perros…
Via: La caída del muro de Berlín: Los 40 kilómetros de hormigón que dividieron Europa
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