Eduard Pujol sacaba pecho. «Cataluña se ha ganado el derecho a ser escuchada», decía ayer el portavoz adjunto de Junts per Catalunya en una primera atención a la prensa para valorar la participación en los comicios. Efectivamente, los catalanes habían acudido en masa a los colegios, pero, como se confirmó más tarde, no lo hicieron precisamente para secundar a la formación del fugado Puigdemont. Los independentistas se decantaron por ERC –ganadora de las elecciones en Barcelona, con 15 escaños– y han dejado a lo que queda de Convergència en siete, su mínimo histórico. Con casi el cien por cien del voto escrutado, Junts per Catalunya logra mantener los escaños de Gerona (2), Lérida (1) y Tarragona (1) pero pierde uno en Barcelona, bajando de cuatro a tres diputados. La «número dos» de la candidatura, Laura Borràs, sin embargo, se mostró satisfecha a la hora de valorar ante la prensa el resultado, entre unos aplausos de los pesos pesados de la formación, que, más que satisfacción, desprendían alivio. Estaban, entre otros, el presidente de la Generalitat, Quim Torra y el «expresident» Artur Mas. Borràs reconoció la victoria de Esquerra en Cataluña –llamó a Gabriel Rufián para felicitarle– y, ante la caída de su formación, se refugió en que el independentismo en su conjunto ha tenido un resultado histórico. «El país, que es lo que importa, ha tenido un buen resultado», resumió. Ni una sola palabra sobre la independencia, el desafío, el referéndum, ni nada que se le parezca. Los organizadores tenían previsto una conexión en directo para que el «expresident» interviniera desde su chalet de Bruselas pero no se pudo hacer por problemas técnicos. Aunque ha logrado evitar la hecatombe anunciada, ayer quedó claro que la «vía Puigdemont» ha fracasado. El expresidente, fugado de la justicia española, maniobró desde Bruselas para que su partido no apoyase los Presupuestos del Gobierno socialista –igual que ERC–, abocando a Sánchez a convocar elecciones. El tiro le salió por la culata. Y es que el espectro político que en tiempos de Josep Antoni Duran i Lleida llegó a los 16 diputados, se ha quedado ahora, con el preso Jordi Sànchez como reclamo de cartel, en solo siete diputados. Uno menos que en las generales de 2016, donde aquellos ocho diputados ya sabían a fracaso. Poco queda de aquella Convergència que convenía los gobiernos de España, devastada por la corrupción y su giro secesionista. Solo les podría salvar la carambola de que Pedro Sánchez, al que dejaron «tirado» con los Presupuestos en la mano, se vea ahora obligado a «escucharles» por una mera necesidad aritmética.
Via: El partido de Puigdemont esquiva la debacle que preveía pero cae a su mínimo histórico

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