Visto desde una habitación vacía en la segunda planta de un hotel de tres estrellas, el desalojo del colegio público Mas Casanova —situado entre el Guinardó de Juan Marsé y el hospital de Sant Pau, uno de los edificios más representativos del modernismo catalán— fue técnicamente impecable. A las dos menos cuarto de la tarde, 12 furgonetas de la UIP (los antidisturbios del Cuerpo Nacional de Policía) aparcaron en la esquina de la calle Cartagena, junto a la entrada del hotel Aristol. Solo unos minutos después, los agentes ya habían despejado la calle, forzado la cancela del colegio y hasta agrupado en un rincón del patio a los 300 vecinos que intentaban bloquear el acceso a las urnas. Hubo empujones, insultos y hasta jóvenes arrastrados por el suelo, pero que no hubiera niños ni abuelos entre medio —para esa hora ya todo el mundo sabía que las cosas se habían puesto serias— quitó tensión al operativo. Media hora después, los policías salieron del colegio con un botín de tres urnas envueltas en bolsas de basura y se montaron en sus furgonetas entre gritos de “Independencia” y otros menos académicos: “¡Hijos de puta! ¡Ya os podéis ir al barco a comer sardinas de lata!”.Seguir leyendo.
Via: “Nunca pensamos que fuera tan peligroso”
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