A las 13.37 de aquel jueves 7 de marzo de 2008, Alfredo Pérez Rubalcaba se desentendió de la mirada de su interlocutor, se encerró en un silencio profundo del que solo salió unos minutos después para decirse a sí mismo: “Lo sabía. Sabía que estos canallas lo iban a intentar. Me dicen que es un exconcejal. Por eso no llevaba escolta. Canallas”. Un día después, el entonces ministro del Interior estaba en la plaza de Mondragón, despidiendo al socialista Isaías Carrasco, en medio de un puñado de hombres y mujeres valientes que seguían resistiendo al pie del cañón los últimos zarpazos de ETA. Años después, ya con la paz reconquistada, la hija de uno de aquellos políticos, durante una conversación informal, recordaba que Pérez Rubalcaba nunca se olvidó de llamarles de vez en cuando, de acompañarles en la ausencia, y soltó de repente una frase que ahora sirve tristemente de epitafio:Seguir leyendo.
Via: “Lo ves, ¿no?”
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