Como si la campechanía, la bandeja de ibéricos y la copita de fino fueran el salvoconducto definitivo, Bertín Osborne se pasea por el presente del #metoo, las crisis migratorias y los desahucios con la gallardía aristocrática del terrateniente que sabe que es prácticamente imposible que caiga mal a nadie por mucha diferencia (cósmica) de género, raza o clase que le separe de quien se cruce en su camino. Y algo de razón no le falta: ¿es posible no sentir ni un ápice de afecto por alguien que, arrancándose por José Alfredo Jiménez, titula su último disco Yo debí enamorarme de tu madre y se retrata en portada aposentando su magnífica huevada sobre un pajar, con la cegadora sonrisa de un galán de culebrón?Seguir leyendo.
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