Hace setenta años volar en avión solo estaba al alcance de unos pocos privilegiados, pero hoy los vuelos son tan baratos que han convertido al turismo en la primera actividad económica mundial. Hace un par de décadas, los teléfonos eran caros y voluminosos, pero hoy casi todos tenemos uno con el que podemos hacer cientos de cosas. A finales de los ochenta, el español Jordi Puig-Suari y el estadounidense Robert Twiggs crearon unos pequeños satélites cúbicos para que sus estudiantes universitarios jugasen y aprendiesen: son los llamados CubeSats. Estos comenzaron a lanzarse en 2003, por parte de universidades y gobiernos, pero hoy en día las compañías privadas ya han lanzado mil de ellos. Son tan baratos y sencillos que el espacio se ha hecho accesible para países y compañías privadas que antes no podrían haber soñado con ello, lo que está revolucionando la economía y la tecnología. Solo en Estados Unidos, se espera que el mercado de los satélites pequeños pase de tener un valor de 1.340 millones de dólares (en 2018) a los 6.280 en 2025. Todo esto es lo que se conoce como «New Space». «Ya no es verdad que solo unos pocos pueden estar en el espacio», ha dicho Jordi Puig-Suari en una conferencia celebrada el jueves en Madrid en la sede del CDTI (Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Divulgación). «Esto es el New Space». Puig-Suari es ingeniero aeroespacial, graduado en la Universidad de Purdue en Indiana (EE.UU.), y actualmente profesor en el Cal Poly (la California Polytechnic State University). También es fundador de la startup Tyvak Nanosatellite Systems, ha coordinado el lanzamiento de 150 satélites y su trabajo ha sido fundamental para que el concepto de CubeSat evolucionase. Sin embargo, en España es totalmente desconocido. «Cada uno tiene su propia definición de lo que es New Space», ha explicado el ingeniero. «Pero, a grandes rasgos, es una nueva filosofía para trabajar en el espacio: mientras que antes éramos conservadores y no corríamos riesgos, ahora lanzamos cosas más baratas y sencillas, usando la misma tecnología que empleamos en teléfonos o portátiles». Hasta hace una década, el espacio estaba dominado por gobiernos, fuerzas armadas, grandes corporaciones y agencias espaciales. Los lanzamientos con cohetes eran tan caros, que tradicionalmente solo se habían desarrollado misiones complejas, de varias décadas de duración. Normalmente, siempre se habían centrado en satélites pesados, caracterizados por ser tan complejos, fiables y duraderos como caros: su coste suele estar en el orden de los cientos de millones de dólares. El espacio, de bajo coste Sin embargo, la filosofía del «New Space» permite crear satélites de una manera más rápida y barata, gracias a los bajos costes y a la miniaturización. Las misiones se pueden plantear y lanzar en un par de años. ¿Esto es revolucionario? Según Puig-Suari, «esto permite que siempre tengamos cobertura y veamos muchas cosas en todo momento». En su opinión, esto se puede comparar a lo que ocurría con la fotografía: «Antes la gente salía a la calle y tenía una cámara de fotos. Hoy todavía puedes comparte una muy buena, para hacer fotos también muy buenas con un objetivo caro. Pero ahora todo el mundo tiene una cámara en su móvil, así que si pasa algo alguien siempre tiene una a mano. Con estos satélites ocurre lo mismo». No solo se pueden llevar cámaras al espacio. Los CubeSats permiten alcanzar una cobertura global para todo tipo de aplicaciones, como mapas diarios o internet de las cosas (interconexión digital de objetos, de máquina a máquina), para situar la posición de flotas en el océano o conocer el estado de un oleoducto en medio del desierto. ¿Qué es un CubeSat? Pero, ¿qué son? Fundamentalmente consisten en un estándar mundial: son estructuras en forma de cubo de 10x10x10 centímetros con una masa de 1 y 1,33 kg. cada uno de estos bloques constituye una unidad, conocida como 1U, pero se pueden ensamblar a más unidades, formando satélites más complejos de 1.5U, 2U, 3U, 6U, etc. Pueden ir equipados con cámaras, sensores, transmisores y hasta propulsores pequeños, entre otras muchas cosas. La idea de crear satélites pequeños, estandarizados y de bajo coste, surgió entre las universidades de Stanford y el Cal Poly: «Le pusimos a los estudiantes el reto de hacer un satélite en una caja de un litro, con el requisito de que fuera sencillo, no costara nada y que no fuera peligroso», ha recordado Jordi Puig-Suari. «Algunos se revelaron. Y dijeron: vale, voy a poner una cámara en órbita. Y lo hicieron. Usando una pequeña cámara y una radio pudieron bajarse fotografías de la órbita en tres días». Esta es precisamente una de las claves del éxito de los CubeSats: pueden usar tecnología no espacial, vendida de forma comercial, lo que en el sector se conoce como «Commercial Off-The-Shelf» (COTS). Esto implica que un satélite ya no es la obra de artesanía puntera de una gran corporación, sino un diseño basado en componentes suministrados por multitud de proveedores. Además, no llevan instalados sistemas de forma redundante, ni a prueba de mil y una eventualidades espaciales. Esto implica que los CubeSats no son tan longevos ni sofisticados como los grandes satélites. De hecho, suelen lanzarse para durar menos de diez años. Su pequeño tamaño también conlleva que «no pueden hacer las cosas tan bien como los grandes», como ha destacado este ingeniero, «aunque pueden hacer las mismas cosas». CubeSats interplanetarios Estos pequeños satélites están ampliando sus fronteras. De hecho, el año pasado, por primera vez en la historia, dos CubeSats, MarCo-A y MarCo-B, entraron en la órbita de Marte y captaron datos del aterrizaje de la sonda Insight. Apenas tenían el tamaño de un maletín y pesaban 13 kilogramos. Mientras que Insight costó cientos de millones, estos alcanzaron un coste de decenas de millones de dólares. «Antes se decía que lo satélites grandes eran mejores. Ahora hay una situación de colaboración, donde los pequeños mejoran las misiones de los grandes. De hecho, se está hablando de ir a Europa –la luna de Júpiter–…
Via: El español que ha revolucionado el espacio: «Ya no es verdad que solo unos pocos puedan acceder a él»
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